martes, 25 de marzo de 2014

La novela de Pablo Escobar me hincho los huevos, (esferas cool y red de asfalto)


Veo una chica linda con una remera q decía "amor, fe, paz"(en ingles, obvio); es la cultura desgrasada, desgraciada, todo soft, todo ligth... pero en el reverso se encandila como narciso en el agua con las historias de narcos y sicarios... todos tienen un rol, un papel en el libreto... unos comen sano y sonríen todo el tiempo, mientras otras pasan falopa por los aeropuertos y matan gente… división social del trabajo emotivo.


En la superficie del discurso mediático hallamos lo agradable, lo agraciado y lo seductor. El estilo de vida que emana de sus personajes, sus ficciones y sus conflictos, denotan una moral del bien y de la corrección política al grado extremo; ridicula. La excepción son los programas de chismes y de los noticieros (en los cuales la sección de policiales se ha extendido hasta copar todo el horario). Este despliegue mórbido es el signo de un borde en la moralina mass mediática, uno que ni bien se franquea deja ver la intolerancia, la agresividad, y el insulto como modo general del decir urbano, metropolitano.

El conductor del noticiero se horroriza del conductor del taxi, (que cruza en rojo y se mete en contramano). Ambos representan las antípodas de una moral que se desparrama por los medios. A pesar de la aparente contradicción,  son dos facetas de lo mismo. Por un lado el discurso explicito en los medios masivos de difusión: grácil, sin aspereza, sonríete y melódico. Por el otro el tono explicito urbano, la puteada rajada, desde el auto, desde el cordón, en la vereda, desde la bici. La puteada rajada es la forma de enunciación urbana,  que aparece tan pronto como salta el maquillaje hiper exagerado de las poses aterciopeladas que difunden los medios.

Ojo, debo hacer una corrección del esquema. Hasta aquí lo que aparece es un centro (donde se ubica el estilo agraciado de los medios) y su periferia, (hostil y agresiva; donde habitan los nadies). Pero prefiero pensar los medios como un sitio que no tiene adentro y afuera. Hagamos el siguiente ejercicio: imaginen a los medios masivos de comunicación como la punta de un iceberg que  sugiere un volumen sumergido. La masa social y los medios masivos de comunicación son el iceberg. Entonces dejamos de lado un esquema de circulo, donde existe un adentro y afuera, por un esquema donde no hay adentro ni afuera, sino un mismo cuerpo con visibilidades distintas.

¿Diferencia de palabras? No únicamente, también diferencia de fondo. Si el medio de comunicación es el centro de una moral del bien, desde la cual se juzga los actos y los juicios de los nadies, entonces tenemos dos posiciones contrarias: los buenos y justos visibles y los otros, los nadies del afuera: feos, sucios y malos.

Pero si los medios son la punta del iceberg, es decir una parte de un todo, entonces el tono agraciado, y siempre buena onda, de los medios no es más que una cara del asunto. La otra cara es lo que denuncia. La violencia social denunciada desde los medios es la otra cara de los medios. Cuando por la calle constatamos que el insulto es la forma genérica del decir urbano, debemos ver también que es la otra cara del discurso amenizado, cool y bondadoso con el que saturan los comunicadores sociales.

Entonces, abandono el esquema de un adentro y afuera de los medios, por otro donde los medios son la masa social misma. Y esa masa tiene dos facetas: una amanerada, amable y a la moda. Y por la otra en la vertiginosa jungla asfáltica-automotor, merquera, donde el cualquiera es uno que me quiere coger o robar. El prójimo es alguien que me quiere quitar algo, lo mío, mi oportunidad, mi pertenencia, mi futuro. O de mínima me estorba, y el tiempo es dinero, por lo tanto me está afanando guita.

Detrás de las seductoras imágenes publicitarias se perfila un personaje real y bifronte. Este personaje tiene dos caras. Una llamada de la seducción fría y la otra de la puteada rajada. Cada cara responde a un espacio material donde se desarrolla la vida social, son La burbuja aterciopeladael entramado asfáltico.  La burbuja es descremada, agradable, en ella impera el tono seductor, perfumado a la moda. Su interior es climatizado y ameno. Todos los modales, las palabras, los olores y colores, son controlados para gustar y caer bien, y ser querido. Esos limbos de cortejo y coqueteo, esas burbujas refinadas, son archipiélagos apoyados sobre la infraestructura económico social. Por ello, del otro lado del seductor orador existe un paranoico depredador. Son dos caras de lo mismo.

El personaje bifronte comprende al mismo tiempo la fase de seductor agradable y de paroico acaparador.   La relación entre las dos fases es esquizofrénica, incoherente. O mejor dicho, no es necesaria una coherencia entre ambas personalidades; es bipolar. La bipolaridad se ha convertido en diagnostico masivo de baja calidad epistemológica. ¿Sera la bipolaridad un signo de esta repartición de espacios de despliegue del personaje? ¿Será la bipolaridad una adaptación eficaz para un espacio estructurado de forma maniquea, como lo es la urbe-nodo central metropolitana?

La urbe-nodo tiene distintos espacios, tiene centro y bordes, arterias, espacios verdes. En su mayoría se extiende el entramado asfaltico. El mismo está calificado en distintas zonas: puede ser residencial, industrial, comercial, etc… La región crítica de la urbe-nodo está organizada principalmente, por lo menos, según dos espacios. En la base existe la infra estructura económica, que hace al entramado de prácticas organizadas alrededor de la producción, distribución y comercialización de mercancías y servicios. El cuerpo mismo de esa estructura es la red asfáltica con sus respectivas terminales de producción, distribución y comercialización. Sobre esa infra estructura económica se apoya otra, organizada entorno de la producción blanda, una economía afectiva. Sus nodos son las burbujas aterciopeladas que están conectadas entre sí por medio de la red económica asfáltica. Un sujeto que se moviliza de una burbuja a otra atraviesa el tejido económico-asfaltico. El pasaje de una situación a otra es sin mediación. No existen prólogos de pasaje de una situación a otra. Puede ser el rasgo bipolar contemporáneo una adaptación efectiva de la subjetividad a dicha estructura mixta. Pasar de la jungla asfáltica a las burbujas de seducción, sin mediación, requieren de cierta bipolaridad.


En la ordinaria cotidianidad los espacios de aplicación del hacerse gustar están densamente mediados por la base real de la economía, donde todos quieren lo que tengo y lo que quiero. Espacio paranoide, donde debo estar siempre atento a que no me arrebaten ningún objeto físico, siempre atento a que el otro no me aventaje en la oportunidad. Gustar y pelear. No parece tan malo, incluso suena divertido: agarrarse a piñas y coger… Ir al gimnasio, practicar algún arte marcial, tatuarte los brazos y la espalda para conseguir hembra; pero también para agarrarse apiñas si alguien ofende el ego. Un tipo subjetivo que apenas orilla la tríada simbólica de la ley, o el lenguaje, (que anclo solo lo necesario, para no resultar autista o psicótico).  

Así es la cultura de la imagen, si le queda algo de cultura. Discurso digital, no simbólolico, de funcionamiento binario: conectas o no; gustas o no, consumís  o no. He aquí el moño, punto de engarce de las dos facetas, la seductora y la apropiadora. Donde los signos del goce seductor y los de la ostentación de riqueza se unen: los circuitos y actos de consumo social. Consumir y dar señales de que se practica ampliamente el consumo es seductor. Y es signo de posesión de riqueza también. ¿Cómo no iba a resultar un millonario narco colombiano un héroe de la novela social? ¿Cómo no iba a provocar Pablo Escobar tanto revuelo e indignación de los polemistas? La sociedad de mercado es careta y merquera; así, sin mas.  

jueves, 6 de marzo de 2014

Ciudad Basura

CIUDAD DE BASURA
o “Cinco días sin recolección de residuos nos permiten ver un poco la mierda que somos”.
LA BASURA COMO PUERTA PARA UNA CONCIENCIA DE NOSOTROS MISMSO
Por cinco días no hubo recolección de residuos. Es decir, nadie paso a buscar la basura que todos los días dejamos en la calle. Esa basura que queda en la esquina, en el canasto, o al lado de un poste, no desaparece por arte de magia. Alguien se ocupa de ello todas las noches y es llevada fuera de la ciudad.
Llegar a ser consientes de nuestros hábitos productores de basura cuando la recolección es normal y fluida es difícil. Al no poder ver concretamente la cantidad y calidad de basura que producimos nos cuesta tomar conciencia.
Fuimos a ver, entonces, las montañas de conciencia. Y como quien destapa una olla, o tira de la punta de un hilo, las montañas de basura nos renviaron a una toma de conciencia mayor sobre el nosotros-ciudad.

SERVICIO POLICIAL DE CORRER LA BASURA
Es martes a la madrugada, cero horas. Fuimos para la avenida, allí esperábamos encontrar las montañas. Pensamos que en las zonas comerciales la basura seria mayor.  Pero al salir a la avenida vemos que allí no hay basura. Hicimos una cuadra para adentro y la encontramos. En cada esquina había una enorme montaña de mierda; tan alta como un médano playero  gigante cuando niño.  Y allí, en las callecitas paralelas a la avenida, ese debajo de la alfombra urbano, sí había una frenética actividad del servicio de recolección de residuos. O mejor dicho, del servicio de saquemos la mierda de la avenida así no sale en la tele. O: servicio policial de corramos de la avenida la basura. Policial, sí, policial, o CO-LIM-BA, debería llamarse, (corre, limpia, barre). En una de las esquinas vimos funcionar de modo impecable la cadena de mando.
Al costado de una masa descomunal de bolsas gordas, en una silla, durmiendo, nos encontramos un suboficial del servicio de recolección. Mientras dormia se apoyaba sobre su escobillón como si fuese un fusil, que hacía de bastón. A los minutos llega  una camioneta del servicio conducida por quien se veía, racialmente, como un oficial. Nunca bajó del móvil y le indico a quien, racialmente, se veía como un suboficial, algo en una planilla. Entonces el cabo se dio vuelta y ahí vimos que a veinte metros había un colimba. El sumbo le grito: apurate nene, te están esperando a vos, nadie te va avenir a ayudar. Todos estos personajes vestían de verde, no oliva, verde fluo. Es el verde del servicio militar de corramos la basura de la tapa del diario.

LOS MUCHOS INSOMNIOS
Otro tema es las gentes por la calle a esa hora. Hacia mucho calor el martes a la noche. Nos cruzamos con un muchacho que claramente estaba pasado de merca y buscaba desesperadamente alcohol; otros pasados de alcohol buscando desesperadamente merca. Otro, sin merca, ni alcohol, llorando, buscando algo que anestesie. Otro más, sobreviviendo en la calle, caminando descalzos, llevaban el andar de los zombis.  

LA PUTEADA COMO FORMA GENERAL DEL DECIR
Llegamos a la puerta del  Hospital Duran y cruzamos la calle para no pasar por el medio de un rancho de sin techo. Uno de ellos no raja una puteada. Entonces me doy cuenta que ese es el tono que lleva la ciudad entera. La ciudad putea en todas sus facetas. En las calles los carteles putean: compro oro; Despidos y accidentes de trabajo; levante la caca de su perro; extermino plagas; anal-oral $20 el turno.
Oro, comprar, caca, accidente, exterminio, plagas, trabajo, anal… montaña de caca, de oro; mojón de mierda de la plaga urbana que es el ciudadano contemporáneo.
DE LA GÓNDOLA A LA MONTAÑA DE MIERDA
La plaga tira botellas de alcohol, cajas de forros, de pizza, de hamburguesas, de mc donnals, botellas de gaseosas, vasos de yogurt para el transito lento, porque la caca no está saliendo al ritmo esperado… El banquete de las ratas, que se las oye mas que se las ve. Contraste de las marcas y la publicidad. Los productos antes de ser comprados, relucientes en las góndolas relucientes que nos muestra la TV; y después del acto bestial del consumo el potecito, la cajita, el embace, el packaging yace junto a los restos de comida podrida, los pañales desbordantes y los forros usados. Ninguna empresa querría esa postal para su campaña publicitaria.
LA MIERDA CUSTODIADA
Y toda esa mierda está custodiada. O mejor dicho, la plaga que tiro toda esa basura está fuertemente custodiada, por muros coronados en alambre de púas y cables de alta tensión, cámaras y aires acondicionados; ejércitos de seguridad privada y estatal.  La tranquilidad de la plaga consumista custodiada, para que siga consumiendo.  Porque el consumo se proyecta como un modo integral de vida.
LAS CUATRO TELES
Mientras tomo un mate, la TV está encendida, como queriendo ser Radio; y en un programa de juegos de destreza el conductor le pregunta a una mujer que compite por un plasma: ¿Cuántas teles tenes? Ella responde: cuatro!
EL CONSUMO DISTRAE LA ANGUSTIA
El consumo quiere ser  un programa de vida (¿se puede llamar vida a eso?). La sobre vida en una programa diario de consumo tiene buenas razones de ser. Es un itinerario que nos corre del ardor de la angustia. La vida en el consumo pospone prematura y constantemente el acto de pensarnos.
EL CONSUMO OLVIDO DE SÍ
El consumo lato, (no la fiesta, ni el banquete, ni el regalo; no el gasto; sino el ego-consumo) es el momento en que no nos las vemos con nosotros mismos. Es el olvido de sí. Es deshacerse de uno mismo. Desentenderse de si.
LA DIFICULTAD DE PENSARSE A SÍ MISMO
Quizás, la pausa de verse a uno miso es saludable. El acto de enfrentarse es durísimo. Y en primer lugar nos empuja a la angustia. Verse es romperse, es estallar, porque el velo que funciona con los otros no funciona entre uno y uno mismo. Y todos los rincones del alma no alcanzan para deshacerse de la verdad. No hay lugar para la mentira cuando uno se enfrenta a si mismo. Y si hay mentira no hay enfrentamiento. Por lo extremo del encuentro es que no sucede todo el tiempo, ni siquiera a menudo. El enfrentarse es una tarea exigente y cansadora. Extenuante.
Como el orgasmo, el encuentro con uno mismo, cansa. Nadie puede vivir en un orgasmo continuo, tampoco nadie puede entrar en relación continua con uno mismo.  Pero que la conexión con uno no sea continua no quiere decir esto que no deba suceder nunca, o que ese momento haya que esquivarlo sistemáticamente.

LA NADA COMO NECESIDAD
Idealmente podemos suponer que existen actos productivos, actos recreativos, actos de autoreflexion, artisticos, amorosos, y momentos de nada, de espera, aburrimiento. Son momentos en que el tiempo exterior, el tiempo de las cosas y del mundo se nos impone con toda su realidad. En esos momentos donde nuestro ser no tienen un objeto frente a si que lo distraiga del hecho de la existencia, o mejor dicho, del hecho de que la existencia no tiene sentido alguno, del hecho estupido de la existencia. Es entonces cuando somos empujados a un avismo, uno que esta localizado en el centro de nuetro ser. 
ABURRIMIENTO, ANSIEDAD, ANGUSTIA
Hacemos lo que sea, y en el proceso debemos respetar los tiempos exteriores. Entonces es el tiempo de la espera,es el tiempo de la nada, es la hora de transitar la facticidad mas desoladora... Entonces, para los que carecen del arte de plegarse a la nada, de adosarse al fluir del tiempo exterior, para ellos Ansiedad. No poder esperar, no saber descentrarse para que los tiempos ajenos transcurran.
La ansiedad rompe el alma del aburrido. En rigor, primero aparece el aburrimiento, luego le sigue la ansiedad, y más allá estalla la angustia. Aburrimiento, ansiedad y angustia... egos que no saben pausarse terminan crispados porque los aplana la certeza de que más allá no hay. Y para la nada, lo mejor es el consumo.

EL INFIERNO DEL CONSUMIDOR
Ahora creo que el infierno de estas almas seria una sala de espera sin revistas, sin wifi, sin poder fumar, ni consumir alimento o bebida. El infierno es una espera sin consumo, pura espera, espera que ­­­­estalle en desesperación.

DIFICULTAD TECNICA Y MORAL
¿Cuánto tiempo del día podemos tolerar no estar frente a algún objeto de cualquier tipo que nos distraiga de la nada de la existencia, de lo absurdo de la vida, de lo inevitable de la muerte?   Y cuando ocurre ese vacío, ¿sólo queda  angustia y dolor? ¿No es posible realizar, en medio del vacio, la torsión de nuestro ser, para que el objeto que tengamos frente sea nosotros mismos?
Es difícil ponerse  a uno mismo como objeto de reflexión, pues requiere una técnica, un saber, una calma, que hay que entrenar. Pero hay más, no solo es difícil por lo técnico. Lo es también por que demanda  enorme valentía.