miércoles, 8 de octubre de 2014

Cover de Ezequiel Martinez Estrada: el cuchillo


El cuchillo va escondido porque no forma parte del atavío sino del cuerpo mismo. Participa del hombre, de su carácter, más que de indumentaria.

Es un adorno intimo, que va entre las carnes y la ropa, algo que pertenece al fuero privado, al secreto de la persona, y que sólo se exhibe en los momentos supremos; pues es también una manera de arrancar una parte recóndita y de arrojarla afuera. Exige el recato de la pija, a la que se parece por similitudes que cien cuentos obscenos pregonan; quien muestra el cuchillo sin necesidad es un pendejo.

El duelo a cuchillo presupone intimidad, excluye al testigo y al que quiere interceder para separar.




No tiene, por completo, la forma de un arma, porque si falla es porque falla el brazo, y la eficiencia de su punta depende de la seguridad que posea en sí mismo el que hace el lance. El cuchillo es la punta de acero donde concluye el ímpetu.

Ninguna arma da tanta fe en sí mismo después de la victoria. El vencedor siente que la victoria es más del mango que de la hoja metálica. El tajo certero puede gloriar toda la existencia de quien lo aplica. Siempre recordó Necochea la vez que, atravesando una tropa enemiga, a caballo y en pelo, cercenó hasta la columna vertebral, que era proeza en el arte del degüello, a un godo que se le enfrentó.

El cuchillo en la vaina está fuera del mundo real; esta reposando, aunque nunca lo hace completamente. Tiene el sueño enigmático de los felinos. Debajo de la almohada es el perro fiel y en la cintura el ojo en la espalda que mira con sospecha. Es más que el dinero en el bolsillo y la mujer en la casa. Es el alimento en cualquier lugar, reparo del sol y de la lluvia. Da tranquilidad en el sueño,  confianza cuando se transitan malos caminos, seguridad en sí mismo. Es lo único que va a seguir estando con uno cuando todo se vuelva en contra. Lo que basta para probar la fama y la legitimidad de lo que se posee.



En manos del obrero es instrumento de justicia y libertad. Según Alberdi el individuo que lo porta “lleva el gobierno consigo”. No en vano cuchillo significa derecho de gobernar y de juzgar.

Por medio del cuchillo clavado podemos percibir, a través del brazo, el estertor de la víctima. Y por la sangre que moja la mano, la agonía tibia, el derrame de la vida del otro, y la afirmación de la existencia de uno.

Sirve, naturalmente, para subrayar la razón, para hablar con sinceridad.  En las manos infantiles del niño y de la mujer, es dócil para la tarea domestica. Corta el pan y monda fruta. Pero cuando se conoce el secreto de su manejo, de la esgrima, es peligroso. El conocimiento del arte cisoria es fatal, como lo es el arte de hacer un buen verso; se llega por uno y por el otro, (cuchillo y verso) a lugares insospechados; incluso donde no se quería llegar.



Sirve para matar, y particularmente para matar al hombre, eliminando la impuridad por alejamiento que permite el arma de fuego. Es la síntesis de todas las herramientas que manejó el hombre desde sus orígenes. Ameghino encontró cinco clases de cuchillos distintos, de piedra, en nuestra pampa.

Es la única arma que sirve para ganarse el pan con humildad y la que en el rastro de sangre adherida denuncia el crimen. Es en ocasiones más rápida que el insulto, y muy difícil de medir, o graduar en la agresión, porque cuando el alma puede retractarse, la mano ya cumplió el primer impulso inconsciente; por lo cual diríamos que resulta más veloz que el pensamiento.

Cuando entra en un cuerpo lo hace hasta chocar el puño. Ese contacto que bastaría para perdonar, indica lo consumado sin remedio.

La espada tiene su escuela y su estilo. El cuchillo es intuición y autodidacta. El maestro no puede enseñar nada al discípulo, todo se aprende con el ejercicio, si se posee el don y el coraje.



El cuchillo no admite el simulacro. Tirar cuchillos como exhibición es una boludez. Repugna al índole del arma, en cuanto debe soltarse de la mano. Todo ello es extraño a su naturaleza.

En el combate no hay fría racionalidad, sino golpe de vista, intuición. El lance depende de lo que brota en cada instante, es una gambeta.

Puede llevarse entre las ropas y entonces adquiere el merito de un amuleto junto a la carne. Participa de lo mágico. Su fidelidad se siente paso a paso en la marcha pedestre y es la compañía de la pierna. Se lo lleva en la cintura que es la altura del cuerpo en que los brazos descansan con naturalidad. Al costado va el ancho y corto que es el de desollar. El que se lleva a la espalda, insinuándose debajo de la ropa, agazapado, es el peligroso, el prohibido.

Es raro el suicidio con él; no se vuelve contra el amo, como puede hacerlo un perro; que es lo que más se le parece. Cuando dos se saludan, y hay confianza, amagan a extraerlo.

Golpeando de plano significa una ofensa. Cuando un perejil boquea puede usarse para tatuarlo en la mejilla o en la frente, como la marca que se le pone a la hacienda o al esclavo. Esto indica un nivel elevado en el arte de su manejo.



El golpe con el filo, el hachazo, indica desprecio; es así como el peón hiere al patrón, o el gaucho al extranjero. 

1 comentario:

  1. Interesante, una mirada desde lo social, por lo menos mi opinion, un gusto leerlo...

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