o “Cinco días sin recolección de residuos nos
permiten ver un poco la mierda que somos”.
LA BASURA COMO PUERTA PARA UNA CONCIENCIA DE
NOSOTROS MISMSO
Por cinco días no hubo recolección de residuos. Es
decir, nadie paso a buscar la basura que todos los días dejamos en la calle. Esa
basura que queda en la esquina, en el canasto, o al lado de un poste, no
desaparece por arte de magia. Alguien se ocupa de ello todas las noches y es
llevada fuera de la ciudad.
Llegar a ser consientes de nuestros hábitos
productores de basura cuando la recolección es normal y fluida es difícil. Al
no poder ver concretamente la cantidad y calidad de basura que producimos nos
cuesta tomar conciencia.
Fuimos a ver, entonces, las montañas de conciencia.
Y como quien destapa una olla, o tira de la punta de un hilo, las montañas de
basura nos renviaron a una toma de conciencia mayor sobre el nosotros-ciudad.
SERVICIO POLICIAL DE CORRER LA BASURA
Es martes a la madrugada, cero horas. Fuimos para la
avenida, allí esperábamos encontrar las montañas. Pensamos que en las zonas
comerciales la basura seria mayor. Pero
al salir a la avenida vemos que allí no hay basura. Hicimos una cuadra para
adentro y la encontramos. En cada esquina había una enorme montaña de mierda;
tan alta como un médano playero gigante
cuando niño. Y allí, en las callecitas
paralelas a la avenida, ese debajo de la alfombra urbano, sí había una
frenética actividad del servicio de recolección de residuos. O mejor dicho, del
servicio de saquemos la mierda de la avenida
así no sale en la tele. O: servicio
policial de corramos de la avenida la basura. Policial, sí, policial, o
CO-LIM-BA, debería llamarse, (corre, limpia, barre). En una de las esquinas
vimos funcionar de modo impecable la cadena de mando.
Al costado de una masa descomunal de bolsas gordas,
en una silla, durmiendo, nos encontramos un suboficial del servicio de
recolección. Mientras dormia se apoyaba sobre su escobillón como si fuese un
fusil, que hacía de bastón. A los minutos llega
una camioneta del servicio conducida por quien se veía, racialmente,
como un oficial. Nunca bajó del móvil y le indico a quien, racialmente, se veía
como un suboficial, algo en una planilla. Entonces el cabo se dio vuelta y ahí
vimos que a veinte metros había un colimba.
El sumbo le grito: apurate nene, te están esperando a vos,
nadie te va avenir a ayudar. Todos estos personajes vestían de verde, no
oliva, verde fluo. Es el verde del servicio
militar de corramos la basura de la tapa del diario.
LOS MUCHOS INSOMNIOS
Otro tema es las gentes por la calle a esa hora.
Hacia mucho calor el martes a la noche. Nos cruzamos con un muchacho que
claramente estaba pasado de merca y buscaba desesperadamente alcohol; otros
pasados de alcohol buscando desesperadamente merca. Otro, sin merca, ni
alcohol, llorando, buscando algo que anestesie. Otro más, sobreviviendo en la
calle, caminando descalzos, llevaban el andar de los zombis.
LA PUTEADA COMO FORMA GENERAL DEL DECIR
Llegamos a la puerta del Hospital Duran y cruzamos la calle para no
pasar por el medio de un rancho de sin
techo. Uno de ellos no raja una puteada. Entonces me doy cuenta que ese es el
tono que lleva la ciudad entera. La ciudad putea en todas sus facetas. En las
calles los carteles putean: compro oro;
Despidos y accidentes de trabajo; levante la caca de su perro; extermino
plagas; anal-oral $20 el turno.
Oro, comprar, caca, accidente, exterminio, plagas,
trabajo, anal… montaña de caca, de oro; mojón de mierda de la plaga urbana que
es el ciudadano contemporáneo.
DE LA GÓNDOLA A LA MONTAÑA DE MIERDA
La plaga tira botellas de alcohol, cajas de forros,
de pizza, de hamburguesas, de mc donnals, botellas de gaseosas, vasos de yogurt
para el transito lento, porque la caca no está saliendo al ritmo esperado… El
banquete de las ratas, que se las oye mas que se las ve. Contraste de las
marcas y la publicidad. Los productos antes de ser comprados, relucientes en
las góndolas relucientes que nos muestra la TV; y después del acto bestial del
consumo el potecito, la cajita, el embace, el packaging yace junto a los restos
de comida podrida, los pañales desbordantes y los forros usados. Ninguna
empresa querría esa postal para su campaña publicitaria.
LA MIERDA CUSTODIADA
Y toda esa mierda está custodiada. O mejor dicho, la
plaga que tiro toda esa basura está fuertemente custodiada, por muros coronados
en alambre de púas y cables de alta tensión, cámaras y aires acondicionados;
ejércitos de seguridad privada y estatal.
La tranquilidad de la plaga consumista custodiada, para que siga
consumiendo. Porque el consumo se
proyecta como un modo integral de vida.
LAS CUATRO TELES
Mientras tomo un mate, la TV está encendida, como
queriendo ser Radio; y en un programa de juegos de destreza el conductor le
pregunta a una mujer que compite por un plasma: ¿Cuántas teles tenes? Ella responde: cuatro!
EL CONSUMO DISTRAE LA ANGUSTIA
El consumo quiere ser un programa de vida (¿se puede llamar vida a
eso?). La sobre vida en una programa diario de consumo tiene buenas razones de
ser. Es un itinerario que nos corre del ardor de la angustia. La vida en el
consumo pospone prematura y constantemente el acto de pensarnos.
EL CONSUMO OLVIDO DE SÍ
El consumo lato, (no la fiesta, ni el banquete, ni
el regalo; no el gasto; sino el ego-consumo) es el momento en que no nos las
vemos con nosotros mismos. Es el olvido de sí. Es deshacerse de uno mismo.
Desentenderse de si.
LA DIFICULTAD DE PENSARSE A SÍ MISMO
Quizás, la pausa de verse a uno miso es saludable.
El acto de enfrentarse es durísimo. Y en primer lugar nos empuja a la angustia.
Verse es romperse, es estallar, porque el velo que funciona con los otros no
funciona entre uno y uno mismo. Y todos los rincones del alma no alcanzan para
deshacerse de la verdad. No hay lugar para la mentira cuando uno se enfrenta a
si mismo. Y si hay mentira no hay enfrentamiento. Por lo extremo del encuentro
es que no sucede todo el tiempo, ni siquiera a menudo. El enfrentarse es una
tarea exigente y cansadora. Extenuante.
Como el orgasmo, el encuentro con uno mismo,
cansa. Nadie puede vivir en un orgasmo continuo, tampoco nadie puede entrar en
relación continua con uno mismo. Pero
que la conexión con uno no sea continua no quiere decir esto que no deba
suceder nunca, o que ese momento haya que esquivarlo sistemáticamente.
LA NADA COMO NECESIDAD
Idealmente podemos suponer que existen actos
productivos, actos recreativos, actos de autoreflexion, artisticos, amorosos, y
momentos de nada, de espera, aburrimiento. Son momentos en que el tiempo
exterior, el tiempo de las cosas y del mundo se nos impone con toda su
realidad. En esos momentos donde nuestro ser no tienen un objeto frente a si
que lo distraiga del hecho de la existencia, o mejor dicho, del hecho de que la
existencia no tiene sentido alguno, del hecho estupido de la existencia. Es
entonces cuando somos empujados a un avismo, uno que esta localizado en el
centro de nuetro ser.
ABURRIMIENTO, ANSIEDAD, ANGUSTIA
Hacemos lo que sea, y en el proceso debemos
respetar los tiempos exteriores. Entonces es el tiempo de la espera,es el
tiempo de la nada, es la hora de transitar la facticidad mas desoladora...
Entonces, para los que carecen del arte de plegarse a la nada, de adosarse al
fluir del tiempo exterior, para ellos Ansiedad. No poder esperar, no saber descentrarse
para que los tiempos ajenos transcurran.
La ansiedad rompe el alma del aburrido. En
rigor, primero aparece el aburrimiento, luego le sigue la ansiedad, y más allá
estalla la angustia. Aburrimiento, ansiedad y angustia... egos que no saben
pausarse terminan crispados porque los aplana la certeza de que más allá no
hay. Y para la nada, lo mejor es el consumo.
EL INFIERNO DEL CONSUMIDOR
Ahora creo que el infierno de estas almas seria
una sala de espera sin revistas, sin wifi, sin poder fumar, ni consumir
alimento o bebida. El infierno es una espera sin consumo, pura espera, espera
que estalle en desesperación.
DIFICULTAD TECNICA Y MORAL
¿Cuánto tiempo del día podemos tolerar no estar
frente a algún objeto de cualquier tipo que nos distraiga de la nada de la
existencia, de lo absurdo de la vida, de lo inevitable de la muerte? Y
cuando ocurre ese vacío, ¿sólo queda
angustia y dolor? ¿No es posible realizar, en medio del vacio, la
torsión de nuestro ser, para que el objeto que tengamos frente sea nosotros
mismos?
Es difícil ponerse a uno mismo como objeto de reflexión, pues
requiere una técnica, un saber, una calma, que hay que entrenar. Pero hay más,
no solo es difícil por lo técnico. Lo es también por que demanda enorme valentía.
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