viernes, 4 de abril de 2014

Linchadores S.A.






"linchamiento" (neologismo creado a partir del nombre de un Juez estadounidense, Charles Lynch; quien en 1780 ordenó la ejecución de un grupo de personas a pesar de que habían sido absueltos por el jurado)






Siempre, que escribo, la apuesta es pensar. A veces me cuesta más y otras menos, pero en el caso de los linchamientos me resulta muy difícil. El estado de violencia que genera la situación a pensar opera como resistencia implacable. Pero hagamos el esfuerzo. Si al fin no puedo pensar nada al respecto por lo menos que quede nota del recorrido.


En primer lugar atendamos al grado de propagación de la violencia. Veo la noticia del linchamiento de David, el muchacho rosarino, y no puedo evitar bucear en los comentarios de los lectores. Por favor! Qué asco los post! Los comentarios y opiniones en TN, clarín, infobae, etc… generan también una violencia que me impiden hacer algo con eso, que no sea propagar violencia. Quiero insultar al sorete ese que se despacha tan odiosamente. Pero para poder hacerlo tengo que registrarme; demasiado para mí. La mediación que demanda ese paso protocolar hace que la furia se disperse.



Busco los comentarios más asquerosos. Parece una letrina ese lugar. Personas van ahí a verter sus más oscuras posiciones sociales, políticas e ideológicas. Copio los nicks de los comentadores y busco en facebook. Sorprendente el hallazgo, son todos buenas personas. Fotos con sus familias, con sus hijos, sonrientes y felices. Pero cuando bajan al purgatorio de los comentarios de notas y foros de internet esas buenas personas se transforman. En realidad no se transforman nada, sólo despliegan esa otra jeta que tienen a diario, pero por alguna razón moderan.

Entre los comentarios irrumpe uno: uds son todos fachos. Genera una oleada de insultos, pero una respuesta es digna de traer: como se nota que a vos no te robaron y apuñalaron.
Acto seguido, nadie dice: no, no somos fachos. Dicen: si te pasa algo horrible, como que te roben y apuñalen, si sufrís una situación de violencia directa y sos lastimado vas a opinar de este modo; es decir vas a opinar como un facho. Las posiciones que se pronuncian a favor de los linchamientos son producto de la inmediatez, la irreflexión y el miedo. El fascismo no es un pensamiento, es una reacción ante el miedo. El facho se propaga en la irreflexión, en el pánico, en las pulsiones más bajas del ser humano. Constatamos una vez más los dichos de Bertol Brech, “no hay nada peor que un burgués asustado”. El fascismo es eso, un burgués asustado, cobarde, que descubre su poder en banda, en turba, su capacidad linchadora. Linchar le permite al buen vecino aplacar la sensación de inseguridad. Si la inseguridad es una sensación magnificada que no guarda relación con los índices objetivos; el linchamiento es también una sensación que se propaga por los espíritus de los buenos vecinos y les da seguridad. Ahora pueden salir a linchar, aunque este hecho nunca se actualice, ya goza de los beneficios, de la sensación de seguridad que les proporciona saber que en todo el país turbas de buenos vecinos hacen justicia por mano propia.



De fondo, guerra social, guerra de clases, racial. El linchador no usa gorrita ni conjunto deportivo. La situación que dispara el linchamiento sorprende al gentil hombre en su rutina moral y correctosa: buscando a sus hijos en el colegio, yendo a ver clientes, comprándole un regalo a su esposa, viniendo del gimnasio. El linchado es el negro, el tez trigueña, menor de edad, chorro, ocioso y falopero; para quien la vida no vale nada, pues te mata por una cartera, un celular o las zapatillas. Paremos aquí, atendamos este hecho, este enunciado. ¿No nos hemos cansado de escuchar mil veces que la vida no vale nada para estos delincuentes que te matan por un par de zapatillas? Pero estamos ante el mismo hecho, cincuenta vecinos matan a un joven por robar un celular. El tema es que hay vidas que valen y otras que no. La vida de un buen padre de familia, furioso forista de internet, linchador potencial, vale; pero la del joven trigueño y ocioso no.


Hay que aclarar algo aquí. Pensar estos episodios de linchamiento, ya lo dije, resulta muy difícil. Muchos ni siquiera hacen el intento por pensar el hecho y se largan compulsivamente a fantasear orgias linchadoras de negros de mierda. Quien proviene de familias criadas en el humanismo y/o el progresismo poseen diques morales que les impide largarse lisa y llanamente a gozar con la posibilidad de matar al otro, entre muchos. Son dos formas de posicionarse frente a los hechos. Soltar las pulsiones asesinas o parapetarse en el humanismo progresista. La moral progresista choca contra la dificultad de pensar los hechos y se atrinchera en la tribuna ideológica; se parapeta detrás de la batería de argumentos ya conocidos. Que la violencia engendra más violencia, que los ricos, los banqueros, los milicos han robado más que un pobre punga desafortunado; que la ley, la justicia y el Estado de Derecho quedan lesionados con cada episodio de linchamiento; que la seguridad se logra con igualdad y educación, y no con mano dura y venganza. A pesar de que todo esto es cierto, nada mella la eficacia subjetiva del linchamiento: la sensación de seguridad que provoca en los que antes se sentían inseguros.



Advierto que, llegado el caso de no poder pensar nada al respecto, no elijo la pulsión asesina fascista; pero tampoco me abstengo desentendiéndome de lo que acabo de afirmar un párrafo más arriba: en el fondo de todo este asunto está la guerra social, racial e ideológica. Si no puedo pensar, porque la materia se resiste, tomaré posición junto al progresismo blando y baboso que no puede más que repetir lo de siempre.

La eficacia, ahora, está del lado del fascismo vecinal. Han logrado instaurar la agenda, llevan la delantera y la iniciativa. Tienen su consigna: un ladrón menos! El progresismo no logra más que reaccionar, dice: no cuenten conmigo. No alcanza. Debemos seguir pensando…






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