sábado, 12 de julio de 2014

en estos dias



Desde hace unos días, para algunos tres, para otros quince o veinte,  la temporalidad ordinaria se ha roto, y con ello se abre una sensibilidad nueva. Sobre todo intensidad, locura,  idiotez y alegría. Es la víspera  y las vísperas son hermosas. La de un duelo, más, y la de una final muchísimo más. La temporalidad ordinaria, rota, deja lugar a otra de la cual se ignora todo, pues, como toda víspera, está suspendida al resultado del partido. La víspera es temporalidad suspendida. La suspensión es el modo de ser del tiempo en vísperas.



Debemos ser audaces e incorporar el siguiente hecho: una vez que empiece el partido, sin importar cual fuese el resultado, la víspera habrá concluido, el tiempo roto será reparado y volveremos al tiempo ordinario, como campeones, o no. Entonces, aferrémonos a este presente sin anclaje, que se vino abriendo de modo desigual para cada uno, pero que se cerrará, sin más, en x horas. 

En Angola, en la víspera de la revolución, en las aldeas tribales, se sacaba el techo de las casas porque iban a llover monedas de oro y se arreglaban los caminos que iban al cementerio por que volverían los muertos queridos. Que no hayan sucedido  esos hechos fantásticos no aplacó la festividad pre revolucionaria.

Estamos en la temporalidad trastornada de la víspera, no hay lugar para racionalizar nada. Ello no quiere decir que no podamos hablar de lo que nos pasa. Pero debemos suspender lo que ya está suspendido en los hechos.

La gente va ebria por ahí, completa, completamente, alocada, ansiosa; y sin embargo está más alineada con el otro. No es que nos queramos mas, pero todos andan queriendo lo mismo; (y eso no depende de nosotros, sino de los pibes y la suerte). Los locos estarán más locos, los ansiosos super ansiosos, los tristes más tristes, los apasionados mas, y así…



Nueva temporalidad es sobre todo la posibilidad de hacer una experiencia nueva de las relaciones, con las cosas, con uno, con las personas. Hasta el domingo, al final del partido, es el momento de tener el tino para escuchar cómo suenan las cosas, cómo me trato a mí mismo, cómo trato a mi pareja, a mis hijos, a mis compañeros de trabajo, a mis amigos, al otro anónimo que me cruzo.

Aparecen diferencias producto de anomias. Es la víspera la madre de todas las anomalías. Anomalías con bajos decibeles: no es una revolución, ni una pueblada, ni un acontecimiento. La música que toca la víspera está en una frecuencia muy baja, la fiesta tiene una música, está sonando bajito, pero cala muy adentro en las carnes.  



Víspera es el nombre de esta diosa, una que pretende poco, en cantidad de horas, pero mucho por sus efectos en el cuerpo. Sigámosla, no racionalicemos, el búho de minerva llegará indefectiblemente en una semana. 

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