Este nuevo modo de conocer, las nuevas preguntas, los nuevos objetos, impactan directamente en la tecnología; y ello directamente en el modo de pensar y hacer la guerra. En el siglo XIX se funda una fructífera relación entre el campo de la guerra y el de la ciencia. Pero durante el período que abordamos, (que llamo de la modernización) este vínculo se estrecha aún más, puesto que la ciencia en muchos aspectos se profesionaliza, al mismo tiempo que se vuelve orgánica del aparato militar industrial. En adelante la guerra, como nunca antes, va a ser el motor del progreso de la ciencia y de la técnica. Y al mismo tiempo, todo ese nuevo saber es refractado hacia otros campos disciplinarios.
Durante principios del siglo XX era común la construcción de cronologías relativas, sobre la base de los extendidos estudios estratigráficos realizados hasta entonces. Pero en 1945 ocurren por primera vez las secuencias cronológicas absolutas gracias a la datación por radiocarbono. “La medición absoluta del tiempo mediante métodos científicos es sin duda uno de los grandes logros de la investigación interdisciplinar. Fundamentalmente se trataba de combinar la física y la química con la arqueología. Willard Libby fue el primero que desarrolló con éxito la técnica del radiocarbono, justo antes de finalizar la guerra. Su trabajo fue recompensado con un Premio Nobel en 1960”[XXVII]. A partir de ahora los arqueólogos podrían datar cualquier objeto sin necesidad de recurrir a complicadas cronologías comparadas de culturas datadas por métodos históricos.
El efecto que tienen el radar y el sonar en el campo bélico es similar al efecto que producen la aparición del método hipotético deductivo en el campo de la filosofía de la ciencia. Pero argumentar sobre cómo la guerra produce una abstracción del campo de batalla es un poco más difícil que hacerlo en el campo del conocimiento. Veamos los antecedentes:
En la batalla de Sadowa, en 1866, el ejército prusiano realizó una gran innovación. El tren movilizaba las tropas y el telégrafo movilizaba las órdenes. Así se expande el campo de batalla. Y ya no habrá Gran Comandante que se encuentre en el campo de batalla dirigiendo. Ahora el que manda lo hace desde afuera del teatro de operaciones. Von Moltke lo hacía detrás de un mapa en el cuartel general. En éste ejemplo ya encuentro cierta abstracción del campo de batalla.
Pero no es hasta la aparición del radar que se funda un espacio nuevo dentro del campo de lucha. La zona de conflicto es alterada, por lo menos en dos sentidos: uno, se le agrega una variable radicalmente nueva: la velocidad (ya lo vimos con la guerra móvil); por el otro, se duplica en un espacio abstracto, proyectado sobre el espacio aéreo, pero que no es el espacio aéreo mismo, sino una virtualidad producida por una máquina llamada radar. Ese espacio radárico se superpone sobre el viejo campo de batalla.
El radar es a la lógica de la guerra lo que la Teoría General de los Sistemas, o el método hipotético deductivo es a la ciencia. Es decir, lo empírico, lo puntual, lo particular, deja de ser la piedra de toque para pensar. Antes de la aparición del radar los ejércitos sólo podían avistar aviones enemigos con la visualización desde tierra, en puestos de avanzada. A partir del radar el enemigo es un punto en una pantalla.
La abstracción del espacio de verdad ocurre también en la arqueología. Lo vemos respecto de la polémica entre historia cultural y la Nueva Arqueología, donde la primera ve sólo un objeto arqueológico, un punto, la segunda ve todo un espacio, totaliza el volumen que rodea al objeto. La Nueva Arqueología, a partir del objeto empírico logra la explicación del sistema de prácticas que hizo uso de ese objeto. La totalización significa, en éste, caso desplazar la atención puesta en el objeto, para ponerla en las conductas que hicieron uso de él. Y también podemos ver cómo en la Arqueología, al igual que en el arte de la guerra y la epistemología, aparece la dinámica y la movilidad: ya no la descripción exhaustiva del objeto hallado sino el estudio de una cultura hipotética viva, versátil, fluyente, contrario a la cultura material del historicismo.
Este periodo que va desde la segunda guerra mundial hasta la crisis del petróleo a principios de la década de los 70, la llamo modernización. Aquí repasamos brevemente la modernización en el campo de la epistemología, la guerra y la arqueología.
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