domingo, 9 de enero de 2022

El saber: sistemas abiertos y dinámicos

A mediados del siglo XX, en el campo del conocimiento, vemos nuevas disciplinas que comprenden los sistemas dinámicos: la cibernética y la ecología cultural. 
Respecto de la primera, Reynoso la considera dentro de las “teorías o modelos sistémicos” (...) “por su énfasis en los fenómenos dinámicos, en los universos totales abiertos a su entorno, en los procesos complejos y en las interacciones fuertes”. La cibernética fue propuesta por Norbert Weiner hacia 1947”[XXIII]


El otro antecedente es el enfoque ecológico. “Después de la Segunda Guerra Mundial se comprendió que no son las especies como tales las que constituyen las unidades de supervivencia, sino los sistemas de especies, en el contexto de un medio ambiente. Este es, en síntesis, el modelo ecosistémico, elaborado en ecología humana y animal por Howard Odum, R. Margalef y otros autores”[XXIV]



Este enfoque, en el campo de la antropología y la arqueología, inaugura la pregunta: Cómo funcionaban las culturas vivas, más allá de la impresión estática que se habían hecho los arqueólogos hasta entonces. Además se hace evidente el hecho que “las culturas no se relacionan simplemente unas con otras, sino también con el entorno. Steward bautizó con el nombre de “ecología cultural” al estudio de los modos en los que la adaptación al medio puede motivar el cambio cultural”[XXV]

En arqueología el caso paradigmático fue la “importante excavación de Clark, de Star Carr, en el noroeste de Gran Bretaña, a principios de la década de los 50, demostró el gran volumen de datos que se podía extraer”[XXVI].



En definitiva, a mediados del siglo XX se da un pasaje en el modo de conocer y producir conocimiento: de la Historia al Sistema. Las preguntas, que a partir de ahora van a orientar el pensamiento, cambian. La pregunta sobre el origen es reemplazada por: ¿Cómo funciona?; ¿Cuáles son las leyes del funcionamiento? 


Este nuevo modo de conocer tiene efectos sobre el modo de concebir el tiempo que se conoce. Contempla la suspensión del tiempo histórico para que tenga lugar el tiempo lógico. El tiempo del sistema, o de la estructura, es un tiempo no-histórico, plegado a la dimensión sincrónica. 

Acceder a este tiempo novedoso es la puerta de entrada a un nuevo objeto: los sistemas. Una característica novedosa de estos nuevos objetos es el carácter dinámico, de feedback, o retroalimentación con el entorno. Un ejemplo paradigmático de ello es el desarrollo de los termostatos.



Este nuevo modo de conocer, las nuevas preguntas, los nuevos objetos, impactan directamente en la tecnología; y ello directamente en el modo de pensar y hacer la guerra. En el siglo XIX se funda una fructífera relación entre el campo de la guerra y el de la ciencia. Pero durante el período que abordamos, (que llamo de la modernización) este vínculo se estrecha aún más, puesto que la ciencia en muchos aspectos se profesionaliza, al mismo tiempo que se vuelve orgánica del aparato militar industrial. En adelante la guerra, como nunca antes, va a ser el motor del progreso de la ciencia y de la técnica. Y al mismo tiempo, todo ese nuevo saber es refractado hacia otros campos disciplinarios.

Durante principios del siglo XX era común la construcción de cronologías relativas, sobre la base de los extendidos estudios estratigráficos realizados hasta entonces. Pero en 1945 ocurren por primera vez las secuencias cronológicas absolutas gracias a la datación por radiocarbono. “La medición absoluta del tiempo mediante métodos científicos es sin duda uno de los grandes logros de la investigación interdisciplinar. Fundamentalmente se trataba de combinar la física y la química con la arqueología. Willard Libby fue el primero que desarrolló con éxito la técnica del radiocarbono, justo antes de finalizar la guerra. Su trabajo fue recompensado con un Premio Nobel en 1960”[XXVII]. A partir de ahora los arqueólogos podrían datar cualquier objeto sin necesidad de recurrir a complicadas cronologías comparadas de culturas datadas por métodos históricos.



Otro caso notable, de relación estrecha entre los campos del conocimiento y el de la guerra, es la ya mencionada cibernética que se “concibió poco después de la Segunda Guerra mundial, en relación con el control y la corrección del tiro de los cañones antiaéreos”[XXVIII]. A través de la operación de feedback, o retroalimentación, el sistema de tiro lograba auto corregir el disparo haciendo que “los efectos pasaran a formar parte de las causas”[XXIX]




Otro ejemplo: se trata de “una invención capital. En 1935, el Ministro del Aire de Inglaterra había preguntado por el rayo de la muerte, para ver si era imaginable utilizarlo contra bombarderos enemigo. Watson Watt, del National Physical Laboratory, le respondió que el rayo de la muerte no era realizable bajo esa forma, pero , en cambio, que no era imposible detectar un avión fuera del radio de la vista humana, gracias a la reflexión de las ondas electromagnéticas en la ionosfera, De esa respuesta nació la Radio Direction Finding, que cambiara sus iniciales RDF, por el nombre de RADAR“[XXXI]. La lista es larga, a vuelo de pájaro podemos mencionar la fisión nuclear, la cohetería y el motor de propulsión a chorro para aviones. Estas invenciones son producto de la relación simbiótica y estrecha que se instituye en el complejo militar industrial.



El efecto que tienen el radar y el sonar en el campo bélico es similar al efecto que producen la aparición del método hipotético deductivo en el campo de la filosofía de la ciencia. Pero argumentar sobre cómo la guerra produce una abstracción del campo de batalla es un poco más difícil que hacerlo en el campo del conocimiento. Veamos los antecedentes:
En la batalla de Sadowa, en 1866, el ejército prusiano realizó una gran innovación. El tren movilizaba las tropas y el telégrafo movilizaba las órdenes. Así se expande el campo de batalla. Y ya no habrá Gran Comandante que se encuentre en el campo de batalla dirigiendo. Ahora el que manda lo hace desde afuera del teatro de operaciones. Von Moltke lo hacía detrás de un mapa en el cuartel general. En éste ejemplo ya encuentro cierta abstracción del campo de batalla. 
Pero no es hasta la aparición del radar que se funda un espacio nuevo dentro del campo de lucha. La zona de conflicto es alterada, por lo menos en dos sentidos: uno, se le agrega una variable radicalmente nueva: la velocidad (ya lo vimos con la guerra móvil); por el otro, se duplica en un espacio abstracto, proyectado sobre el espacio aéreo, pero que no es el espacio aéreo mismo, sino una virtualidad producida por una máquina llamada radar. Ese espacio radárico se superpone sobre el viejo campo de batalla.
El radar es a la lógica de la guerra lo que la Teoría General de los Sistemas, o el método hipotético deductivo es a la ciencia. Es decir, lo empírico, lo puntual, lo particular, deja de ser la piedra de toque para pensar. Antes de la aparición del radar los ejércitos sólo podían avistar aviones enemigos con la visualización desde tierra, en puestos de avanzada. A partir del radar el enemigo es un punto en una pantalla.




La abstracción del espacio de verdad ocurre también en la arqueología. Lo vemos respecto de la polémica entre historia cultural y la Nueva Arqueología, donde la primera ve sólo un objeto arqueológico, un punto, la segunda ve todo un espacio, totaliza el volumen que rodea al objeto. La Nueva Arqueología, a partir del objeto empírico logra la explicación del sistema de prácticas que hizo uso de ese objeto. La totalización significa, en éste, caso desplazar la atención puesta en el objeto, para ponerla en las conductas que hicieron uso de él. Y también podemos ver cómo en la Arqueología, al igual que en el arte de la guerra y la epistemología, aparece la dinámica y la movilidad: ya no la descripción exhaustiva del objeto hallado sino el estudio de una cultura hipotética viva, versátil, fluyente, contrario a la cultura material del historicismo.

Este periodo que va desde la segunda guerra mundial hasta la crisis del petróleo a principios de la década de los 70, la llamo modernización. Aquí repasamos brevemente la modernización en el campo de la epistemología, la guerra y la arqueología.

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